Claves para ser un consumidor inteligente

ECONOMÍA

Claves para ser un consumidor inteligente

Por Matías Tombolini. Los consumidores argentinos somos objeto de diversas estrategias para captar nuestra atención.
07 de Mayo de 2014 07:41
Por: Matías Tombolini | Economista y periodista matiasrtombolini@gmail.com

Mientras la tasa de inflación esperada para este año en Argentina asciende a valores en torno de los 30 puntos, el crecimiento de nuestra economía se estaría situando en valores  cercanos a 0%.
Esta situación presenta un panorama donde la demanda no crece y los precios sí lo hacen, al tiempo que la oferta de bienes y servicios parece no aumentar.
En este contexto, los consumidores argentinos somos objeto de  diversas estrategias para captar nuestra atención, que nos prometen precios inmejorables.
La información que contienen los precios actualmente resulta parcialmente  incompleta y es un dato de la realidad que, dados los permanentes movimientos de precios, comparar se  vuelve una tarea realmente difícil.
¿Cuánto vale una remera de algodón? ¿Cuál es el precio de una notebook estándar? ¿Cuánto sale un kilo de tomate? ¿Cuál es el precio de la nafta súper?
Seguramente, el lector podría responder algunas de estas preguntas, difícilmente pueda contestar todas ellas, peor aún, si camina un poco, verá que el mismo producto presenta  importantes variaciones de precio según la zona geográfica en que se encuentre exhibido.
Cuando el contexto es inflacionario, caminar se torna una conducta recomendable, ya que la comparación se hace más provechosa, porque los precios varían constantemente.
En este sentido, definir pautas de consumo inteligente resulta altamente  beneficioso a la hora de hacer rendir más nuestro dinero.
En economía se suele decir que “nada es gratis”, por esto es importante  recordar que, a la hora de comprar, solemos encontrar precios determinados por la zona geográfica en que se  encuentre situada la boca de expendio. Siempre es bueno aprovechar tantas cuotas sin interés como nos ofrezcan para adquirir los productos, no hay que tenerles miedo a las cuotas  sino a la falta de planificación. Pensemos que si compramos y consumimos algo hoy y lo pagamos en varias cuotas, al momento de terminar de pagarlo, es muy probable que ese  producto haya subido de precio.
Ser un consumidor inteligente significa hacer uso de todos los  recursos disponibles para maximizar el rendimiento de nuestro dinero disponible para gastar. Para ello es bueno establecer  algunas acciones que nos ayuden a tener éxito en esta empresa.
Los pasos del consumidor inteligente a tener en cuenta son: planificar, informarse, elegir, actuar, comprometerse y participar, evaluar, concluir y repensar.
PLANIFICAR. Hacer un presupuesto de lo que vamos a gastar para cubrir  nuestras necesidades. Un consumidor inteligente gasta y ahorra para lograr satisfacer sus necesidades, no  evita gastos superfluos, simplemente los identifica para valorar mejor esa decisión.
INFORMARSE. Respecto de los productos y de las ofertas, quienes tienen tarjetas pueden suscribirse para recibir mails sobre las promos. También los bancos ofrecen sms (con costo) y los diarios publican las ofertas del día. Algunas páginas de internet ofrecen sistemas para comparar precios más competitivos. Esto le permite comprar productos servicios y precios  diferenciales respecto del resto de los consumidores.
ELEGIR. Si bien todos estamos influenciados por las publicidades sobre productos y servicios, el consumidor conoce cada vez más sobre lo que compra, con lo cual a la hora de elegir  considera: precio, calidad del producto, sus componentes, la empresa que lo hace, la garantía, rapidez en la entrega, experiencias de otros consumidores y relación precio/producto.
ACTUAR Y COMPROMETERSE. Al consumidor inteligente le preocupan el medioambiente y el bienestar (cuidar el presupuesto y nuestro entorno) por lo que realiza las siguientes  acciones: compartir el viaje en auto al trabajo, usar transporte público o alternativo como la bicicleta, consumir productos de origen comprobable con fabricantes comprometidos con el medioambiente, no consumir productos cuyos fabricantes estén vinculados a trabajo esclavo o que tengan comportamientos contrarios a los intereses de la comunidad, conocer sus  derechos y obligaciones y hacerlos valer, acudir a Defensa del Consumidor y llamar a los entes reguladores de servicio públicos cuando es necesario.
EVALUAR. Además, el consumidor inteligente evalúa y realiza los siguientes ejercicios: compara los gastos que planificó contra los que realmente realizó, calcula la diferencia, mide el  desvío y se hace cargo.
CONCLUIR Y REPENSAR. El consumidor inteligente analiza en qué se cumplió su presupuesto y en qué casos no se cumplió. Verifica los casos en que no se cumplió y replantea el presupuesto. O no.
Entiende que el presupuesto representa un promedio.
Toma acción directa allí donde claramente hay gastos insostenibles con su nivel de ingresos e involucra en el análisis al grupo familiar.
REFLEXIONAR. Consumir de manera inteligente implica comprometer a toda la familia en ello. Para esto es esencial que todos aporten su punto de vista y sus problemas particulares.
Escucharnos dentro de la familia aporta una dosis de racionalidad al momento de pensar la forma en que consumimos y puede redundar en beneficios para todos.
Todos tenemos algo para decir siempre, aunque la decisión final la tomen una o dos personas.
El mejor presupuesto no es el de los que gastan menos, sino el que permite que, con los recursos existentes, todos estén lo más conformes posible.
Al final de cuentas, consumir de forma inteligente, no suele ser tarea sencilla, y en tiempos de inflación mucho menos.
Sin dudas, caminar, estar atentos, planificar y ser ordenados son los secretos de aquellos que mejor lo hacen.

Deterioro de la cultura del ahorro

edición impresa 

“La década K deterioró la cultura del ahorro”

El economista y periodista Tomás Bulat propone una guía práctica para tomar las decisiones económicas indicadas en las distintas etapas de la vida. Por qué dice que los argentinos son “defensivos” a la hora de invertir. Sus críticas a la herencia kirchnerista.

 “La década K deterioró la cultura del ahorro”
“La década K deterioró la cultura del ahorro”
A los 10 años, aprender. A los 25, capacitarse. A los 35, endeudarse. A los 50, facturar. A los 65, invertir. Y a los 75, disfrutar. En la teoría, el camino económico a tomar en las distintas etapas de la vida parece simple, pero lo cierto es que, en la práctica, administrar el dinero en la Argentina supone sortear una ruta de curvas y contracurvas.

Como si el entrañable Juego de la Vida se cruzara con las revelaciones de Freakonomics, el economista y periodista Tomás Bulat presenta en su último libro, La economía de tu vida (Editorial Sudamericana), una guía para tomar las decisiones económicas indicadas en el momento indicado a lo largo de los años. “Todo el tiempo tomamos decisiones económicas, pero lo hacemos intuitivamente, a veces guiados por nuestras emociones y en parte por la razón”, cuenta que responde el autor cuando sus familiares y amigos lo llaman pidiendo consejo bajo el lamento de “no sé nada de economía”. Y dobla la apuesta: “No solo sabemos de economía: hacemos la economía. Lo que pasa es que nuestras decisiones van cambiando, a lo largo de los años, en las distintas etapas de la vida”.

Durante la infancia, explica Bulat, el niño incorpora sus primeras nociones de economía a medida que empieza a tener cierta autonomía. “Por ejemplo, la restricción presupuestaria: sus padres le dan plata para comprarse un sándwich y un jugo, pero no le alcanza para comer también un alfajor. Así, aprende a tomar decisiones que lo maximizan”, señala el economista, padre de tres hijos, quienes hacen de involuntarios protagonistas en más de un pasaje del libro. Y agrega: “Cuando el chico crece y entra al secundario, se empieza a trabajar sobre la semana como medida de tiempo para administrar el dinero. Es entonces cuando empieza a tomar decisiones inmediatas y mediatas en función de los consumos que quiere hacer”.

Al avanzar de casillero, las decisiones económicas van cambiando, sostiene. “No hacemos lo mismo a los 20 que a los 40 o a los 60. No somos los mismos ni deseamos las mismas cosas”.

Invertir en capacitación, experiencias y viajes al ganar el primer sueldo; endeudarse hasta el cuello - “incluso en la Argentina, o especialmente en la Argentina, diría,”- entre los 30 y los 40 con la llegada de los hijos; volcarse a las inversiones financieras para darse algunos gustos pasados los 50; y disfrutar del retiro, etapa en la que se produce “una delegación de voluntad, porque tu médico y tus nietos empiezan a decidir más tus gastos que vos mismo”, son algunos de los consejos que el autor ofrece en el libro que fue presentado a sala llena días atrás en la Feria del Libro.

* ¿Cómo somos los argentinos a la hora de administrar nuestro dinero?
- Malísimos, porque somos unas sociedad de corto plazo. Por eso somos muy gastadores y poco ahorradores. Y cuando ahorramos, lo hacemos en ladrillos o en autos. La idea de ahorrar comprándose un auto es de una estupidez importante, porque supone un gasto. Somos defensivos a la hora de ahorrar: el ladrillo no es una inversión que brinde rentabilidad en el largo plazo. Al igual que el dólar guardado en el colchón, que va perdiendo valor por la inflación de los Estados Unidos. El argentino no tiene una posición agresiva respecto del ahorro, en el que gane rentabilidad.

* ¿Y qué otras alternativas de inversión hay?
Hay menos que en otro países, pero hay oportunidades. Por eso digo que hay una etapa de la vida en la que vale la pena empezar a dedicar tiempo a estudiar la Bolsa. El dólar en el bolsillo rinde -2% por año. El bono dolarizado puede pagar 10% en dólares, aunque se corre el riesgo de que el Estado no pague. Hay que aprender a arriesgarse y a diversificarse.

* El incentivo al consumo y la alta inflación marcaron el modelo kirchnerista. ¿Qué enseñanzas crees que nos deja la década K?
La década kirchnerista y su alta inflación mataron la posibilidad de pensar en el largo plazo. Queda una sensación de cortoplacismo, en donde si tenés algo ahora lo tenés que aprovechar ahora porque después no sabés qué va a pasar en el futuro. Por eso los viajes, los gastos, las salidas. Es la enseñanza que te deja el kirchnerismo: el consumidor se volvió más emocional y menos racional.

* ¿Se perdió la cultural del ahorro?
Se deterioró en la Argentina, sobre todo desde el 2009 en adelante. Aunque también es cierto que mantenemos los genes gallegos e italianos que nos llevan a ahorrar. Porque no hay que olvidar que cuando hay incertidumbre, esa presión lleva a un mayor ahorro. Por eso, creo que ante un año con dificultades económicas como este, la gente va a tratar de ahorrar más.