EN REPRESALIA A LOS LIMITES A SUS PRODUCTOS IMPUESTOS POR LA ARGENTINA.
[22/05/2012 | 06:37 ] -
Aplica licencias no automáticas a vinos, trigo, peras, manzanas y papas, entre otros.
Una planta paralizada, la de la canadiense McCain envasadora de papas congeladas, y las pérdidas registradas por los productores de quesos y lácteos, son las primeras consecuencias visibles de las trabas que impuso el gobierno brasileño a la importación de “bienes perecederos” de la Argentina. En Brasilia decidieron responder a las barreras comerciales que desplegó nuestro país con medidas de idéntica naturaleza. Pasó a exigir permisos previos de importación para más de una decena de productos nacionales, que tienen en común el ser perecibles.
La obligación que impuso Brasilia de tramitar una licencia previa, que no sale en forma automática y que puede demorar hasta 60 días en ser aprobada, recayó sobre ítems específicos : vinos, harina de trigo, peras, manzanas, papas, uvas, frutas secas y distintos tipos de quesos.
Y no fue por si acaso. Para el equipo técnico del Ministerio de Desarrollo e Industria brasileño, que maneja el economista Fernando Pimentel, las “represalias” encubiertas contra esa clase de bienes, forma parte de una estrategia pensada para “convencer” al gobierno de Cristina Kirchner que las “prácticas proteccionistas” en el comercio terminan por agravar los costos y anular los beneficios . Los funcionarios brasileños llegaron a anticipar lo que hoy ya es una realidad. Parar en las fronteras camiones con papas, manzana y peras, como hicieron en la aduana de Sao Borja (la ciudad brasileña que se conecta por un puente internacional con la correntina Santo Tomé), tiene un impacto mayor que detener vehículos que llevan bienes durables (electrodomésticos, por ejemplo). “Los productos de consumo durables pueden aguantar muchos días hasta que se autorice la importación. Pero cuando lo que está en juego son alimentos, no hay margen de espera” calculan en las oficinas del ministerio que conduce el economista Pimentel.
Hay más: el conjunto de productos argentinos que requieren autorizaciones previas, no concedidas automáticamente, representan ya 70% del universo de las exportaciones del país hacia el mercado brasileño. Donde esta “pulseada encubierta” se empieza a notar es en las góndolas de los supermercados del mayor centro de consumo de Brasil, la capital paulista: “El stock de productos argentinos alcanza para un mes. Las existencias ya se están agotando sin chances de reposición ” dijeron dirigentes del sector.
Algo llama la atención. El 15 de este mes (hace exactamente una semana) hubo una cumbre en Brasilia entre el canciller Héctor Timerman y el ministro de Relaciones Exteriores brasileño Antonio Patriota, en una cita donde también estuvo presente el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno. Allí acordaron resolver las diferencias en 120 días, o sea, nada más (ni nada menos) que 4 meses. Esto quiere decir que el despeje de los problemas comerciales comenzaría, como muy temprano, en septiembre próximo. Hay, claro, un interrogante sobre el aguante de los productores argentinos ante una espera tan prolongada.
En el gobierno argentino celebraron el “compromiso” brasileño de resolver las divergencias comerciales en un plazo de 120 días. En ese tiempo esperan, según dijeron, desanudar trabas históricas que los brasileños imponen, por ejemplo, a los laboratorios medicinales y a los vinos argentinos.
Entre tanto Brasil responde con lo que tiene a mano. Oficialmente, en el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (MDIC) afirman que la disposición que impone trabas burocráticas a las importaciones de bienes argentinos tienen como único objetivo “monitorear” el flujo de bienes procedentes de nuestro país, una práctica consistente con las normas de la Organización Mundial del Comercio. Pero nadie se engaña. Se sabe que las barreras brasileñas son un espejo de los muros levantados por Argentina.
FUENTE: LA VOZ