No sabemos cómo estamos, ni dónde vamos


Tomás Bulat Periodista



Lo más interesante que generan mis conferencias en el interior del país y en Buenos Aires, es lo que despierta en quienes participan. No solamente escuchar lo que me cuentan acerca de su situación particular, sino también el tipo de preguntas que realizan. Es que el tipo de preguntas que hacen refleja las angustias que tienen. Y el título de esta nota las resume cabalmente, porque la pregunta más frecuente no es solo hacia dónde vamos, sino cómo estamos como país.

¿Cómo estamos?

Se supone que la angustia principal del hombre se vincula siempre al futuro, no al presente. Pero este momento de tanta confrontación, sumado a la falta de datos objetivos y a permanentes interpretaciones en blanco o negro, las percepciones de cómo estamos no están claras.
Argentina es tan diversa que las situaciones son variadas. De todas maneras hay un claro lugar común: ningún sector de los que he visitado está mejor que el año pasado. En el mejor de los casos no están peor. Si venden más, sus rentabilidades bajaron (el menor de los casos) u otros venden menos. Pero todos preguntan cómo está el país, tienen la percepción de que su situación particular no refleja lo que le pasa a la Argentina.
Trabajadores que ven su salario disminuir entre la inflación y la cuarta categoría de ganancias que no se modifica. Muchos temen perder su trabajo, porque si se pierde, es difícil volver a encontrar otro.
El hecho de que las estadísticas del INDEC no provean información confiable, lo que ha logrado es cuestionar la información que da cualquiera. Pasa, por ejemplo, que cuando muestro la evolución de las reservas del BCRA, en seguida la pregunta es ¿Pero existen realmente? Todo dato es cuestionable, más allá de toda opinión, y eso complica mucho el análisis de la realidad.
Cuando no hay datos confiables, indefectiblemente los debates se vuelven cada vez más subjetivos. Todo es un ‘depende’, donde los prejuicios y sentimientos ganan espacios por sobre la razón. Todos tenemos nuestra subjetividad y nuestra visión de la vida, pero lo ideal sería poder usar datos científicos para ir ajustando la realidad de manera de tener algunas certezas y no de incrementar la incertidumbre. Porque entender cómo estamos como sociedad requiere más objetividad que subjetividad y buenas deseos.
Es llamativo entonces que la principal angustia sea que no sabemos dónde y cómo estamos. Y, en consecuencia, es imposible saber donde vamos.

¿Dónde vamos?

A esta altura del partido es casi obvio que vamos a una economía más controlada y, por lo tanto, a una sociedad menos libre y más cerrada. Como resultado de los últimos acontecimientos sucedidos (la deuda de Chaco en pesos, el traspaso compulsivo del pago de los sueldos estatales al Banco Nación, etc.) los contratos privados y públicos son modificables sin ningún tipo de problema, entonces todas las operaciones económicas van a ser de intercambio instantáneo.
¿Que significa esto? Los contratos son los que garantizan cumplimientos de reglas en el mediano y largo plazo. Cuando uno alquila, firma un contrato a 2 o 3 años con normas claras que dan certidumbre tanto al inquilino como al que alquila. Pero si las cláusulas que se firman incluyen medidas que, en esencia, pueden cambiar la certidumbre del contrato o directamente se firma a un año o no se firma, todo vínculo se convierte en precario.
Cuando la economía de corto plazo avanza, la primera víctima es la inversión de largo plazo. La energía, la infraestructura, la construcción, la compra de bienes de capital se empiezan lentamente a derrumbar y solo se priorizan las decisiones de hoy y se postergan las de mañana.
Así es como Argentina no consigue incrementar sus inversiones en energía a pesar de tener una demanda creciente y un precio elevado. También la construcción de viviendas cae lentamente mes a mes y cada vez se inician menos proyectos.
Otra gran paradoja es que la soja se encuentra en los valores más altos de la historia. La producción de este año puede ser récord y alcanzar los 56 millones de toneladas, sin embargo la compra de tractores y cosechadoras cae más de un 20%.
No sabemos dónde vamos porque estamos ignorando el futuro. Ese es el otro signo común de recorrer el país. La mayoría de las preguntas son sobre las incógnitas de un futuro de corto plazo ¿Puede pasar algo en el verano?, ¿Se llega sin grandes problemas económicos a las elecciones del 2013? Todas preguntas que reflejan incertidumbre en el corto plazo, que necesariamente tienen su correlato económico.
Cuando el futuro es tan incierto, las decisiones econó micas son todas del aquí y del ahora.

Conflictividad y futuro

Sociedades que se jactan de la conflictividad, que la ven como virtud y no como problema, solo tienen un destino de confrontación. (Recomiendo leer la desgravación que publicó diario Perfil de Ernesto Laclau en Tecnópolis, una verdadera apología al enfrentamiento social). La confrontación trae un signo de interrogación hasta ver quién es el ganador y en función de eso ver cómo continúa la película.
La mayoría de los ciudadanos de este país estamos con el temor del enfrentamiento mientras una minoría se jacta de ello. Las sociedades donde dominan los violentos no tienen un futuro mejor, porque la fuerza le gana a la razón. Lo más interesante es que la historia muestra que las sociedades que viven enfrentándose generan más pobres y no viceversa.
Mientras la lógica del enfrentamiento siga, la economía solo será de corto plazo.
La economía no está nunca alejada del humor de las sociedades, y es por eso que las proyecciones económicas que no tienen en cuenta los momentos políticos y sociales suelen errar mucho en sus proyecciones.
El futuro de la economía va en línea con la sociedad. Si no hay futuro social común, tampoco lo habrá económico.