Países ricos con demasiados pobres

FUENTE: REEDITOR

Inicio > Política Internacional 
20/07/2014 


476 Visitas



En el Mundial de Fútbol el equipo argentino obtuvo el subcampeonato, del Mundial de Basquet casi nadie habla, pero hay jugadores que todavía no tienen ni su pasaje aéreo y mientras seguimos -como sea- jugando el mundial de todos, el de la economía, que por ahora, nos va peor que en el de basquet.



Hasta el incierto mundial de basquet, tiene más certezas (si no hay fondos para todo el equipo, no participarán) que el Mundial de la Economía, que jugamos todos, aunque solo el equipo económico del gobierno lo defina.

El mundial de la economía se juega en varios frentes:  por un lado el local, donde nadie podría apuntar quienes son los protagonistas del juego (inflación, devaluación, déficit, falta de liquidez) Todo sucede como si nadie pudiera evitarlo. Hay quienes dicen que el gobierno es quien fija las reglas y gestiona mal.  La realidad indica, que los precios suben pese a que el consumo baja, que las suspensiones y despidos aumentan porque la actividad económica es menor y que más de la mitad de los hogares (ocupados) no llegan con su salario a fin de mes, según encuestas permanentes de hogares de ONGs y privados.  Volviendo al comienzo, pese a todo esto, los precios suben (insólito) entonces tienen razón los que dicen que el responsable es el gobierno y que gestiona mal.

Gestiona mal, porque desde que estatizó el 51% de YPF (del 49% no hay ninguna certeza a quien pertenece) levantando la bandera de "soberanía hidrocarburifera" las Naftas pasaron de costar $6,4 a los actuales $13 al público. Porque la sintonia fina jamas se aplicó de un modo coherente y mientras siete años todos estuvieron subsidiados en energía y transporte, ahora los quitan sin meritar quien realmente no puede pagar aumentos del 300% o más en gas y a la Patagonía por ejemplo, la subsidian de un modo indiscriminado, cuando un 60% son grandes consumidores (hoteles de lujo, spa, centros comerciales y turísticos) y más de la mitad de la gente, no accede a la red de gas natural.  

El modelo en este fin de ciclo muestra a quienes realmente benefició, en detrimento de quienes decía incluir. 

No importa cuántos puestos laborales digan que se crearon durante el modelo ( 5 millones dicen) la realidad indica, que hace más de dos años (en coincidencia con el cepo al dólar) no hay nuevos puestos de trabajo en el sector privado. Si no los crearon privados, es por que no hubo nuevas inversiones y creer que esa ocupación que aseguran fue en el sector público está lejos de redistribuir riqueza.  Eso en realidad es repartir lo que producen los mismos, que en el mejor de los casos empobrece un poco más a todos. Tampoco importa cuántos jubilados más hay desde la estatización de las AFJP. No porque no importe el acto de justicia que se hizo con personas que no tuvieron aportes y que merecían jubilarse, sino porque a las administradoras no les tocaron un dólar de los más de u$s 12.000 millones que habían rentado.  En cambio expropiaron los ahorros de los jubilados que si aportaron y para jubilar a los nuevos, no crearon un nuevo recurso o ingreso extra (como por ejemplo, volver a cobrar el 15% de cargas patronales que Cavallo le eximió a grandes empresas) sino que volvieron a repartir lo que había y lo que los activos aportan. Otra vez empobrecieron un poco más a todos.

Se podrían citar muchos recursos con los que el gobierno dice redistribuir, pero cuándo se analizan (planes, programas, subsidios y hasta subsidios cruzados) todos salen de los aportes de los mismos:  sectores medios, medios bajos y bajos y a los sectores altos y corporativos, no les tocan ni un centavo adicional.

Esto aunque parezca injusto (y lo es) guarda coherencia con lo que el gobierno hizo y hace en el plano externo. Hoy con el conflicto con los Fondos Buitre en su máxima expresión, la actitud interna del gobierno, reproducida en lo externo se hace más que evidente. 

En 2005 cuando se negoció el canje con una quita (real del 52% según Prat Gay) a los Bonistas en default, lejos de hacer una quita, el 48% que se ofreció, más intereses superiores al 12% anual y el Cupón PBI atado al crecimiento (que se paga con un indice  3,2%) prácticamente termina pagando el total de lo adeudado o algo más, solo que a plazo y  a través de nuevos bonos. Este negocio, que algunos no pudieron aceptar porque necesitaban el efectivo, hizo que se sumaran algo menos del 75% de los acreedores en default. En 2010 se volvió a abrir un nuevo canje, derogando la Ley Cerrojo (mala idea esa ley) y así lograron llegar al 92% del total. Es posible que si en 2005 se hubiera ofrecido (apurado) con un canje por efectivo, billete dólar, aunque sea en parte,   a los bonistas, ninguno hubiera quedado afuera, ni hubiera vendido sus bonos a precio vil a Fondos Buitre. Al año siguiente en 2006 sin embargo, si se ofreció y más que ofrecer se pagó en efectivo, al contado de una sola vez, todo lo que se adeudaba al FMI. Fueron en total u$s 9600 millones de los cuales apenas tenían vencimiento algo menos de u$s 900 millones. Lo anecdótico de esto es que el Fondo Monetario, por ser Argentina parte y socio, tiene los más bajos intereses anuales (de un dígito dependiendo del indice de riesgo país) por otra parte es un organismo y nunca por una diferencia iba a llevar una deuda a la justicia, siempre se podía renegociar con el fondo. En cambio los bonistas era miles de acreedores, la mayoría ciudadanos comunes, incluso algunos de nuestro país, otros eran bancos o fondos de inversión. 

El modelo de pago de deuda, desenduedamiento le llama el gobierno, fue muy similar al modelo interno: se priorizó un organismo internacional (para no tener monitoreos, ni controles) antes que a miles de ciudadanos que confiaron en bonos argentinos. Esto se volvió a repetir ahora con el pago a Club de Paris, que si bien es en cuotas, se arregló por mucho más de la última cifra de la deuda que en 2011 era de unos u$s 6900 millones y este último año se pagó, con altos intereses también, unos u$s 10900 millones. Igual práctica tuvo la expropiación de YPF a Repsol, a quien el mismo Kicilliof dijo que "no les iba a pagar lo que quisieran" y terminó pagando más. La Tasación del tribunal fue de unos u$s 3900 millones, los españoles no querían aceptar menos de u$s 6000 millones, y el acuerdo final fue por unos u$s 11000 millones que se pagaran en bonos hasta el 2034, mientras que los intereses del 16% unos u$s 500 millones anuales se pagarán en efectivo.  

Lo más cuestionable del tema YPF, es que para tener "empresa de bandera" y algún día "soberanía hidrocarburifera" no era necesario expropiar a Repsol. Los recursos naturales son de las provincias, entre ellos el petróleo y gas. Las provincias por la caída en la explotación y la casi nula exploración que hacía Repsol (la "trompa del elefante" que describió Cristina), le venían quitando concesiones. Esto comenzó a suceder con la inclusión de Eskenazi el socio argentino (amigo de Kirchner) que se hizo del 25% de la compañía sin poner un peso. La reacción de la española fue de vaciamiento y así fueron retirando utilidades, muy por arriba de su renta, llegando hasta el 160%. Se expropió una empresa vaciada, con pozos maduros y con poco por dar, que no exploraba, y que por otra parte,  las provincias ya estaban dejándola sin regiones, porque los contratos de privatización las amparaban (y el gobierno nacional, usaba como presión). Teniendo a ENARSA empresa del estado fundada por Kirchner, que solo se dedicó a importar faltantes, no era necesario expropiar a Repsol. Es claro, ENARSA pudo haber reemplazado a Repsol sin pagar un dólar. 

Estas aparentes desinteligencias, no son tales, en realidad son negocios, beneficios, negociados que se hacen en la política, para favorecerse a si mismo y a su entorno, en perjuicio de todos los demás.

Por eso nada de lo que pasa es incoherente con el verdadero modelo del gobierno.

No es incoherente que haya alta inflación, porque sin ella el modelo no funcionaría. Sería impensado que tuviéramos indices de un dígito, primero porque eso bajaría de modo exponencial la recaudación impositiva, luego por que el déficit fiscal sería mucho más evidente y el descuento con el que cuestionan a La Alianza del 15% al sector público en su momento, sería exiguo al lado de lo que debería descontar el gobierno para poder pagar (aún emitiendo como lo hace)-

No es casual tampoco que se evalúe seriamente un posible default, si la justicia de EE.UU que ya dio su fallo  (dificil que eso cambié), no permita el pago a los Houldins, para luego pagar a los Houldouts (como quiere el gobierno). No es casual porque el gobierno  prefiere sostener el relato y que en teoría "otro" lo haga caer en default, a reconocer  que de todos modos su modelo caería o al menos dejaría una economía en muy malas condiciones. 

No piensa en la gente, ni en lo que va a sufrir la gente común, en particular los más pobres y vulnerables, si se cayera en default. Pero aún sosteniendo la cadena de pagos externa, la economía interna está en default, porque el gobierno no puede devolver, ni un solo peso, ni un solo dólar, ni títulos dolarizados, que usó de Anses y del BCRA. La deuda interna e impagable es un hecho. Quedará para próximos gobiernos, porque asciende a tal monto, que será muy dificil que una sola administración (si es coherente y honesta) pueda pagarla.

Por eso esta relación que una presidenta saliente en menos 16 meses, entabló con China sobre todo y con los BRICS en general, tampoco es incoherente (al modelo). En la Cumbre de Fortaleza Cristina esperaba conseguir de los BRICS y en particular de Putín, por un lado alguna posibilidad de financiamiento externo (endeudamiento) el trascendido en gobierno fue que pedirían un u$s 5000 millones y por otro lado, un claro pronunciamiento en contra de los Buitre y la Justicia de EUA. No obtuvo ninguno de los dos, Cancillería de Brasil rápido aclaró que "el Banco de BRICS recién se formalizaría en 2016 para dar créditos y al bloque" y en cuanto al pronunciamiento, no tuvo nada, pero si una Rusia sancionada por el tema Ucrania, relegada de occidente, consiguió que la presidenta dijera públicamente, que "Argentina es un socio estratégico de Rusia"  gran favor para Putín.

Putín  si bien gobierna una potencia mundial, tiene un modelo, que hasta parece haber sido el modelo que luego implementó el kirchnerismo. Capitalismo de amigos, obra pública en un reducido y cuestionado entorno, medios adeptos que fueron adquiridos por su grupo de poder, discurso único implantado en la comunicación y permanencia en el poder. Pero no solo Rusia tiene este modelo, en China lo tienen de un modo exponencial, con una partido único en el gobierno,  un sistema comunista para su población y capitalista a ultranza, puertas afuera y  para un sector reducido y elitista. En India, otro de los socios del bloque, tampoco es muy distinto,  si bien hay más partidos, solo acompañan y hacen de opositores, por el verticalismo del poder político. Las tres potencias más grandes que integran BRICS tienen muy poco de democráticas y diversas. Lo de Sudáfrica no es más que para tener presencia en el continente africano y ser  más internacional como bloque y la inclusión de Brasil, es por su posición en Latinoamerica y por el volumen de su economía.

Los BRICS son todas potencias económicas, que  alcanzan el 25% del comercio mundial, pero que en sus respectivas poblaciones, tienen al menos un tercio en la pobreza. 

El mayor indice se da en la India y en Brasil, donde además la pobreza estructural es más alta,  el menor en Sudáfrica, pero en todas se mantiene ese promedio. En Rusia y China a la pobreza hay que sumarle discriminación, conflictos étnicos y marginación de sectores inmigrantes (o campesinos en China).

Pero más allá de bloques y mercados,  con países  justos y redistribuitvos o no, lo cierto es que cualquier fluidez comercial, depende más de nosotros que de nuestros socios. La Argentina con un déficit fiscal histórico, que solo se reduce por momentos con emisión o ingresos extraordinarios, para luego volver a caer en déficit. Con una alta  inflación  sostenida en el tiempo y solo reducida de modo ficticio con la convertibilidad  por ejemplo, hasta que el costo interno lo desfasó  y luego con la devaluación brutal de 2002 que empobreció a todos y el bajo consumo la retuvo. Y con devaluaciones permanentes e históricas, que solo en este último período democrático, significaron:  un 10000% con el Austral y hasta ahora un 800% con el peso (oficial, con blue más de 1200%), hace imposible cualquier acuerdo comercial en el tiempo. 

Si a esto le sumamos, que la media de cargas impositivas en la región es del 19% y en el bloque de los BRICS es menor todavía, nuestra carga de un 45% sumando todos los impuestos, hace inviable cualquier sociedad comercial con un bloque.

Una economía que de arranque tiene un 45% de cargas impositivas, una tasa de interés superior al 30%, al igual que la tasa de Crédito que supera ese porcentual; solo puede aspirar a tener inversores buitre.

Si el estado es voraz en su recaudación, no solo va a tener evasión, sino que toda la cadena productiva y comercial, también será voraz. 

Por todo esto, cualquier gobierno pos kirchnerismo o kirchnerista si es que gana algún candidato oficialista en 2015, tendrá que ver que es imposible pensar en comercio exterior, al menos en explotaciones no extractivas, de ensamblaje o sojeras,(buitre) sino se logra una estabilidad interna sostenida en el tiempo y una base impositiva justa y coherente. 

Si no estaremos condenados al éxito, pero al éxito de los relatos (kirchneristas o de otro tipo) , pero  muy lejos de ser el país rico del que habla Cristina.

O seguiremos siendo un país rico como el que dice Cristina, pero al igual que Rusia, China, India y Brasil, con demasiados pobres.

¿No será lo que quieren, en realidad?

Qué haría si fuera ministro de economía?

ECONOMÍA PARA TODOS

23 de julio de 2014

¿Qué haría si fuera ministro de economía?
Hace algunos años que ofrezco en un blog y en la prensa mis reflexiones acerca de la política económica que los gobiernos vienen ofreciendo.  En general, he sido crítico de cada política económica aplicada, y descreo que esto pueda cambiar en el futuro.
Frecuentemente mis interlocutores me cuestionan qué haría yo si fuera el responsable de decidir la política económica de un país, pero la respuesta no es simple. Me tomo aquí este espacio para reflexionar sobre este problema.
En primer lugar, me presentaría ante los medios para aclarar que no soy un salvador, y exclamaría con humildad que la economía no puede depender de un solo hombre que lo planifique todo. En lugar de un ingeniero, el Ministro de Economía debiera pretender ser un jardinero, creando el contexto adecuado para que la economía se desarrolle.
En segundo lugar, aclararía a la opinión pública que la economía somos todos los que participamos en ella, y que ésta sólo se desarrolla o deja de desarrollarse a partir del trabajo, el comercio y la generación de riqueza que cada individuo pueda crear.
En tercer lugar, indicaré que es por ello que “las instituciones importan”, porque son estas “reglas de juego” las que ofrecen incentivos o des-incentivos al trabajo, al comercio y a la generación de riqueza.
En cuarto lugar, explicaré que la razón por la que Argentina no cuenta aún con una industria genuina, pujante y sólida, no la encontraremos en la falta de “protección” por parte de la política económica aplicada por los sucesivos gobiernos durante décadas, sino por la falta de “instituciones” que generen los incentivos adecuados para que los individuos puedan crearla. Una industria que cuenta con aquellas características no podrá “crearse” en una década bajo políticas de crédito blando, protecciones arancelarias y subsidios. Más bien, deberá favorecerse la libertad individual, la economía de mercado, la propiedad privada y limitarse al gobierno sólo a ofrecer el contexto adecuado para su desarrollo.
A partir de esto, mi rol en el gobierno no podrá ser otro que eliminar los obstáculos para que las fuerzas creativas de cada persona puedan desarrollarse. Deberé con un equipo económico bien formado, convencido y transparente, identificar todas aquellas normas que benefician a unos a expensas de otros, y sugeriré al gobierno  y al Congreso derogarlas.
Será fundamental que este equipo de trabajo tome consciencia de los peligros que la tarea implica, porque cada norma a derogar representa un beneficio para ciertas personas que inmediatamente intentarán detener el proceso, con lobby, con corrupción e incluso con amenazas y fuerza.
Pienso que nadie debiera asumir la función de Ministro de Economía si no está dispuesto a enfrentar los poderes políticos y económicos formados durante décadas bajo el manto del gobierno.
¿Qué quedaría del marco jurídico actual si eliminásemos toda norma que implique un obstáculo para las fuerzas creativas de los argentinos y de los extranjeros que quieran trabajar en suelo argentino, como de hecho manda nuestra Constitución Nacional? La respuesta puede encontrarse tras cuatro años de intenso trabajo. Desde luego, la tarea implica una interrelación con los otros Ministros y el Presidente del Banco Central de la República Argentina. El Ministerio de Trabajo, por ejemplo, debería buscar flexibilidad laboral para que las empresas puedan adaptarse al dinamismo del nuevo mundo globalizado y los desafíos que este presenta. El Banco Central deberá buscar principalmente la estabilidad monetaria, y olvidarse por completo del pleno empleo, objetivo que “mi” ministerio y el de Trabajo debieran resolver independientemente de la política monetaria.
Aun bajo el éxito de este modelo, está claro que resurgirán al tiempo los peligros por volver a recrear el marco jurídico actual, sujeto a prebendas y favoritismo político, pero su vigilancia deberá surgir de los argentinos y de la democracia.
Es por esta razón que hemos sugerido junto a Nicolás Cachanosky una dolarización flexible y banca libre para Argentina, puesto que pensamos que sólo de esta forma evitaremos nuevos abusos y excesos sobre el impuesto inflacionario.
Aquí agrego que tras cumplir con todo lo dicho, y junto con mi renuncia, pediría al gobierno y al Congreso cerrar las puertas del Ministerio de Economía o de Producción puesto que no hay buenas razones para justificar su existencia.

Carrera Maldita: Gasto Público Versus Ajuste Fiscal

19/07/2012 | Economia

EL DILEMA DEL KIRCHNERISMO
Carrera maldita: gasto público versus ajuste fiscal
En un contexto de debilidad económica, se vuelve a hablar de ajustes fiscales versus gasto público, y participación del Estado en la economía. Sin embargo, la falta de claridad sobre el origen del problema, que implican un ajuste fiscal y el exceso de gasto público, pueden llevar a un equivocado diagnóstico y erradas decisiones. No todo ajuste es un problema económico y el equilibrio fiscal tampoco es lo único importante, especialmente en casos de elevado gasto público.
La desaceleración de la economía Argentina, ya sea que la misma culmine en una recesión, depresión, o incluso estanflación, vuelve a poner el debate de “gasto público versus ajuste fiscal” sobre la mesa. ¿Debe el gobierno aumentar el gasto público o producir el llamado ajuste fiscal para ayudar a la economía? Es necesario, sin embargo, antes de promover un curso de acción entender cuál es el problema, es decir, que es lo que da origen a la débil situación económica actual. No sea cosa que se opte como remedio aquello que ha generado el problema en primer lugar. No menos importante es entender en qué consiste precisamente “aumentar el gasto” o producir un “ajuste fiscal.”
Los problemas económicos actuales tienen, por lo menos, dos orígenes claros. En primer lugar la arbitrariedad y falta de respeto a los derechos de propiedad y libertad civil y económica. Un país dónde puede nacionalizarse —por no decir expropiarse— una de las empresas privadas más grandes del país sin pasar por los requerimientos que establece la constitución, se toman los fondos de las AFJP sin devolver los depósitos a sus dueños, etc., no es un país que resulte atractivo a las inversiones. De allí la fuga de capitales y que las inversiones extranjeras directas en el país sean tan bajas.
El segundo punto no es otra cosa que un pesado gasto público con acumulación de déficits fiscales en los últimos años. Dado que el gobierno nunca salió completamente de su situación de default, ni genera confianza en el exterior, no le resulta sencillo obtener financiamiento externo, por lo que debe recurrir a la presión y aumentos impositivos que se han visto en los últimos años.
El problema de gasto público versus ajuste fiscal cae sobre el segundo punto. Pero es importante tener presente que no se puede mejorar la economía sin atender consistentemente ambos problemas. Posiblemente el asunto económico que más preocupe al gobierno sea justamente, el de déficit fiscal, o para decirlo en otros términos, un problema agudo de caja. Las trabas a las importaciones, los cepos a la compra de dólares y la alta presión impositiva responden a este problema. Cuando una empresa se encuentra con un déficit de caja tiene dos opciones para evitar ir a una eventual quiebra, o aumenta sus ingresos o disminuye sus costos. No es distinto en el caso de los gobiernos.
Cuando no hay acceso a créditos externos, cuando el Banco Central ya no puede seguir financiando al tesoro sin que se le escape la inflación, y cuando la presión impositiva se encuentra en un nivel agobiante (por ejemplo, ¿es realmente necesario que las jubilaciones tributen impuestos a las ganancias? ¿Tan difícil es reformar este tipo de tributaciones que los jubilados aún siguen pagando este impuesto?), entonces no quedan otras variables que ajustar la del gasto público. El uso del término “ajuste fiscal”, sin embargo, se encuentra altamente politizado. Al hablar de ajuste fiscal parecería ser que se hace referencia a “ajustes salvajes” que van a dejar a los empleados públicos sin trabajo o merecidos aumentos salariales, que se van a interrumpirse obras públicas que llevan servicios básicos a zonas carenciadas, etc. “Enfriar” la economía es otra forma de referirse al mismo problema. En resumen, disminuir el monto de gasto público, poniendo así un freno a la economía, podría evitarse si se dejase al Estado ser el motor del mercado.
En segundo lugar, un ajuste fiscal por el lado del gasto no necesariamente implica bajar el monto del mismo, bien puede ser que sea suficiente bajar la velocidad a la que aumenta el gasto público. Pareciera ser que los economistas K no pueden considerar esta alternativa. Si el gasto público nominal en los últimos 4 años creció entre un 23% y un 32% mientras que el PBI nominal lo hizo entre un 10% y un 27% (según datos oficiales), bien podría sugerirse disminuir el nivel de aumento del gasto en lugar de disminuir el monto del gasto. En otras palabras, reducir la velocidad a la que crece el gasto público en lugar de bajar el gasto. Bajar el gasto no es la única manera de obtener un equilibrio fiscal si la recaudación viene aumentando. Distinto es el caso si la presión impositiva y el cierre de la economía hace que se desacelere la economía y la recaudación comience a caer. Para ponerlo en términos politizados, un gasto público que crece más despacio que la economía es una manera no salvaje de reducir el peso del estado y dar más participación al sector privado cuando reducir el nivel de gasto no es una opción políticamente viable.
¿Es, sin embargo, un equilibrio fiscal suficiente para tener una economía sana y con crecimiento? Ciertamente no es lo mismo tener las cuentas del tesoro equilibradas al 30% del PBI que al 10% del PBI. Cuando el gasto público excede los roles propios del estado (proveer seguridad, justicia, etc.), el mismo comienza a ser una carga más que un beneficio. El problema no es sólo tener un resultado fiscal equilibrado, sino que el mismo no sea una carga para el resto de la economía y los contribuyentes. Bien puede ser preferible un gasto público del 10% del PBI con un pequeño déficit que un tesoro estrictamente equilibrado con un nivel de gasto del 30% del PBI. La eficiencia del gasto tampoco deja de ser un punto importante. Si el estado va a proveer seguridad, educación y salud, no debería ser necesario tener que volver a pagar estos servicios en el sector privado dada la pobre oferta que el sector público hace en estos frentes.
Pero el planteo politizado que se suele hacer del ajuste fiscal pasa por alto el problema de fondo. El problema en un contexto de crisis no es si debe o no hacerse un ajuste, sino que el problema a resolver es quien va a cargar con el costo del ajuste. Aumentar los impuestos no es menos ajuste fiscal que bajar el gasto. ¿O acaso los impuestos son gratis para los contribuyentes? Cada peso que el contribuyente destina al estado es un peso que el contribuyente dejar de gastar por cuenta propia. Tener altas tasas de inflación para mantener niveles excesivos de gasto, ¿no es acaso también trasladar el ajuste a los sectores asalariados y con menores ingresos? ¿No es un ajuste sobre el ahorro eliminar la opción de compra de dólares para atesoramiento?
En resumen, hay maneras no salvajes de hacer ajustes fiscales y, no menos importante, el ajuste no es en sí una opción en un contexto de economías que se desacelera, la cuestión es qué sectores se van a hacer cargo de los costos. No es otra cosa que un problema de distribución del ingreso entre el sector privado y el sector público, donde el segundo tiene la potestad de ser parte y el que reparte al mismo tiempo.

Nicolás Cachanosky
Economía para Todos

FUENTE: PERIÓDICO TRIBUNA

Personal calificado: el 63% de las empresas no cubre posiciones clave


Martes 22 de julio de 2014 |
Por  | LA NACION

La falta de personal calificado se agravó drásticamente en la Argentina. Según una encuesta de Manpower Group, el 63% de los empleadores no logra cubrir posiciones clave. Hace un año, en el mismo estudio, las empresas que decían tener dificultades llegaban al 41%.
Entre los puestos más difíciles de cubrir en el mercado local están los que requieren formación específica, como técnicos industriales, ingenieros, oficios manuales, personal de contabilidad y finanzas, y operarios industriales con determinadas competencias. Y aparecen algunos nuevos: gerentes de ventas, supervisores, ejecutivos y gerentes de proyecto.
La falta crónica de capacidades técnicas, las mayores exigencias de las empresas -cada vez requieren más diversidad de especialidades-, las deficiencias en la calidad educativa y el temor a cambiar de trabajo en un contexto de inestabilidad económica son algunas de las causas del fenómeno, que en la Argentina convive con crecientes suspensiones y despidos en varias industrias.
Esta aparente paradoja se explica por la desconexión entre lo que las empresas demandan y lo que el mercado laboral ofrece.
La escasez de personal calificado obligará a las empresas a invertir más en capacitación de sus actuales trabajadores para desarrollar los perfiles que se necesitan.
"Otras fuentes adicionales de talentos serán las mujeres y los mayores de 45 años, para lo cual las compañías se tendrán que adaptar a las necesidades de estos segmentos", dijo Alfredo Fagalde, director general de Manpower Argentina.
La 9ª Encuesta de Escasez de Talento de Manpower abarcó a 37.000 empleadores en 42 países. La Argentina -donde se entrevistó a 803 empresas- ocupa el 4° puesto entre los mercados con mayor escasez de personal calificado; el año pasado estaba 13ª.
Si se lo compara con los resultados de la encuesta en 2013, obreros y personal de tecnología de la información escalan dos posiciones (5º y 6º puesto, respectivamente), mientras que ingresan nuevas categorías (gerentes de venta, supervisores, gerentes/ejecutivos y gerentes de proyecto) y otras salen de los 10 primeros puestos del ranking (secretarias, asistentes y personal de oficina; representantes de servicios al cliente y soporte al cliente; choferes y operarios de la producción).
El fenómeno de la falta de personal calificado es global: "Uno de cada tres empleadores mencionó tener dificultad para cubrir puestos, con un incremento de un punto porcentual respecto de 2013 y el nivel más alto desde 2007", sostiene el trabajo. En otras palabras, el problema afecta en la Argentina al doble de empleadores que el promedio mundial. Otros países de la región en los que este déficit de profesionales se agudizó son Perú y Colombia. Y en Brasil, el fenómeno ya parece estructural.
Según se desprende de la investigación, aquí los empleadores atribuyen la dificultad para cubrir las posiciones clave a la falta de experiencia de los candidatos (48%), de competencias técnicas y habilidades duras (21%) y directamente a la escasez de candidatos (17%). "En la Argentina se percibe cierta retracción de la oferta por la actitud más reservada o cauta de parte de las personas que están trabajando respecto de buscar un nuevo trabajo debido sobre todo a la incertidumbre que provoca la inestabilidad económica. En cambio, en Perú y Colombia sabemos que la escasez se debe sobre todo a una demanda muy activa por parte de las empresas", explicó Alfredo Fagalde, director general de la filial local de Manpower Group, proveedora del mercado laboral, que se ocupa desde el reclutamiento y la contratación hasta la evaluación de los empleados.
En todo el mundo, las compañías creen que esta escasez afectará negativamente el desempeño corporativo (54%). En la Argentina, esta percepción es levemente inferior (49%).
"El impacto en la capacidad de dar servicio al cliente sigue siendo la mayor preocupación a nivel global, pero la encuesta revela formas adicionales en las que las brechas en habilidades tienen consecuencias negativas en una organización, como la pérdida de competitividad y el aumento en la rotación del personal. Estos últimos son los ámbitos de mayor impacto para los empleadores argentinos", agregó Fagalde.
Los países con más problemas para encontrar personal calificado son Japón (81% de los empleadores dice que no llega a cubrir las posiciones clave), Perú (67%) y la India (64%), mientras que se agudizó respecto del año pasado en mercados como el propio Perú (+39%), Colombia (+27%), Argentina (+22%), Panamá (+20%) e Italia (+17%). Los valores más bajos se dan, al igual que en 2013, en España (3%) e Irlanda (2%).

OTRA "GUERRA" MUNDIAL

En 1997, Steven Hankin de la consultora McKinsey, habló por primera vez de la "guerra por el talento", en referencia a una creciente competencia global entre empresas y países por atraer y retener a profesionales calificados, y en la centralidad del talento en el éxito de las compañías. El concepto se cristalizó luego en un libro de Ed Michaels, Helen Handfield-Jones y Beth Axelrod publicado por Harvard Business Press.
Aquellos conceptos dejaron de ser una teoría de management para convertirse en una realidad cada vez más dura para las empresas.
En la Argentina, uno de los sectores que más sufren la escasez de mano de obra es el del software y los servicios informáticos, que crece al ritmo de los recursos humanos. Pero el fenómeno alcanza a industrias básicas y las áreas creativas

FUENTE: LA NACIÓN

La historia argentina de recesiones con inflación

 El análisis económico del día. La historia económica argentina, plagada de recesiones, puede ser útil para reconsiderar la idea de que una recesión necesariamente tiene que bajar la inflación. Y hacer entonces menos sorprendente lo que hoy está ocurriendo.

 04/07/2014
Este año se generaron ciertas expectativas de que la inflación podía llegar a reducirse sustancialmente como consecuencia de la recesión que comenzó a finales del año pasado. 
La evolución decreciente de la inflación desde febrero en adelante fue interpretada, en el marco de aquellas expectativas, como una confirmación de que una recesión efectivamente reduce la inflación.
Pero ocurre que la inflación se ha mantenido por encima del 2% mensual, en niveles similares o incluso superiores a los registrados en iguales meses de 2013 y 2012, cuando la economía todavía crecía. Si las recesiones reducen la inflación, cómo es posible entonces que hoy, con recesión, tengamos inflación igual o mayor que en los años previos, en los cuales la economía crecía.
La nota “Por qué la inflación no baja del 2% mensual” planteaba un argumento de tipo conceptual: la recesión reduce las presiones inflacionarias por excesos de demanda, pero no necesariamente reduce las presiones inflacionarias por aumentos de costos.
Pero ese argumento puede no ser suficiente para quienes estén convencidos de que una recesión necesariamente tiene que bajar la inflación. A fin de cuentas, suelen existir ideas muy arraigadas, favorecidas por el sentido común, difíciles de combatir sólo con argumentos conceptuales. Es el caso de la idea de que las recesiones reducen la inflación.
En este caso conviene analizar la historia económica argentina, muy rica en experiencias tanto de inflación como de recesiones (ver tablas descargables 1 y 2 al final de la nota).
En el periodo de alta inflación entre 1975 y 1990 hubo ocho años con caída de la actividad económica, todos ellos con inflación por encima del 100% anual. Y en seis de ellos, la inflación no sólo fue elevada, sino que además aumentó.
En 1975, la actividad económica cayó 0.6%, y la inflación subió fuertemente, del 40.1% el año previo al 335% ese año. Fue el año del Rodrigazo.
En 1978, la actividad económica cayó 3.2%, y la inflación subió del 160.4% el año previo al 169.9% ese año. Fue cuando Martínez de Hoz intentó bajar la inflación con una política monetaria fuertemente contractiva, en línea con las políticas monetaristas de moda a finales de los 70.
En 1981 y 1982, la actividad económica cayó 5.4% y 3.2%, respectivamente. Y la inflación subió del 87.6% en 1980 al 131.3% en 1981 y al 209.7% en 1982. Fueron los años del final de la “tablita cambiaria” y de la crisis bancaria.
En 1985 la actividad económica cayó 7%, y la inflación bajó del 688% el año previo al 385.4% ese año, aunque durante el segundo semestre de ese año, luego del exitoso inicio del Plan Austral, la inflación bajó drásticamente y la actividad económica se recuperó.
Y en 1988, 1989 y 1990 la actividad económica cayó 1.9%, 6.9% y 1.8%, respectivamente, mientras que la inflación se incrementó del 174.8% en 1987 al 387.7% en 1988, y terminó en las hiperinflaciones de 1989 (4,923.6%) y 1990 (1,343.9%). 
Tal vez podría argumentarse que los años considerados son una excepción. Pero hay más evidencias en otros periodos. En 2002, la actividad económica cayó 10.4%, y la inflación subió de -1.6 (es decir, deflación) a 41%. Otros años de caída en la actividad económica y aumento de la inflación fueron 1917, 1932, 1945, 1949, 1959 y 1962.
Por supuesto que hay ocasiones en las cuales la recesión impacta negativamente sobre la inflación. Años con caída de la actividad económica y reducción de la inflación fueron 1902, 1914, 1916, 1925, 1930, 1931, 1943, 1952, 1963, 1995, 1999 a 2001, 2009.
Esto no significa que no exista relación entre la actividad económica y la inflación. O que se trate de una relación tan fortuita o aleatoria que no permita un análisis útil.
Significa que esa relación depende del contexto.
En años como 1930 y 1931, en medio de la Gran Depresión, o entre 1999 y 2001, en medio de la fuerte recesión que terminó en la crisis de fines de 2001 y principios de 2002, fuertes recesiones terminaron no sólo bajando la inflación, sino incluso transformándola en deflación, es decir, caída de precios. Estos son dos ejemplos típicos de cuando sí es cierto que una recesión puede reducir la inflación.
En años como 1988 y 1989 el orden de causalidad es inverso. No es la actividad económica la que influye sobre la inflación, sino la elevadísima inflación la que termina reduciendo la actividad económica, porque la economía no puede funcionar eficientemente en un contexto hiperinflacionario. En estos casos, que la actividad económica caiga, incluso en porcentajes elevados, no incide en absoluto en la evolución de los precios.
El caso de 1978 muestra otro tipo de relación. Para intentar bajar una inflación elevada, el Gobierno ejecuta una política monetaria muy contractiva. Como la inflación no cede, porque está siguiendo una dinámica propia, independiente de la actividad económica, las tasas de interés terminan siendo muy altas, la economía cae en recesión, y la inflación sigue su curso, sin reducirse.
De todos estos ejemplos, el de 1978 es el que más se parece a la situación actual.
Ironías de la historia económica argentina.


FUENTE: LA VOZ 


HIPERINFLACIÓN




 La primera hiperinflación ocurrió en 1989; en este año los precios al consumidor aumentaron 3.079%. Esta inflación siguió a la ruptura abrupta del último plan de ajuste del gobierno de Alfonsín, el plan Primavera, (En agosto de 1988, el plan Austral estaba agotado, por lo cual el gobierno lanzó el plan Primavera. El nuevo plan económico impulsaba la apertura de la economía y la privatización de empresas estatales, un punto que fue duramente atacado por el justicialismo en ambas Cámaras) dicho plan no lograría evitar la hiperinflación de 1989, que terminaría en la renuncia de Alfonsín y en una transición adelantada al presidente electo Carlos Menem.


El traspaso del poder se concretaba en el marco de un recrudecimiento hiperinflacionario. Los precios subieron en el mes de julio un 197%, los salarios entre 110% y 160% y las tarifas de gas, electricidad y teléfonos (que habían quedado rezagadas frente a los otros precios) un 700%. Medio salario obrero se debía destinar al pago de servicios. Aunque en agosto la inflación descendió, la transferencia de recursos se había concretado: la participación de los asalariados en el ingreso cayó al 20% (del 43% en 1974 y el 27% en 1988). Las consecuencias de la hiperinflación fueron graves: la monetización de la economía cayó a valores ínfimos (el 3,7% del PBI en el primer trimestre de 1989 y el 1,7% en el segundo), la deuda pública interna creció en forma exponencial (a una tasa del 60% mensual promedio entre febrero y junio) y los ingresos de la Tesorería General de la Nación se redujeron violentamente en términos reales.
La segunda hiperinflación tuvo lugar entre enero y marzo de 1990, año en que la inflación alcanzó al 2.314%. Ella comenzó con una corrida cambiaria en diciembre de 1989,luego de que un diario financiero revelara que el gobierno lanzaría un plan de  dolarización. En enero, los depósitos bancarios fueron congelados y transformados en bonos externos (El Plan Bonex fue un plan económico impuesto en diciembre de 1989 durante la presidencia de Carlos Saúl Menem y que consistió en el canje compulsivo de los depósitos a plazo fijo por títulos públicos denominados "Bonex 89"). La hiperinflación licuó la deuda cuasifiscal en pesos y así “limpió el terreno” sobre el que un año más tarde el gobierno lanzó el plan de convertibilidad.