El precio del pan: otro fracaso económico

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El precio del producto en las zonas de mayor poder adquisitivo no baja de veinte pesos por kilo. En los barrios más populares, oscila entre dieciséis y dieciocho pesos.  “La harina no para de aumentar y se nos hace cada vez más difícil conseguirla”, dicen los panaderos. También sufren por esto, las fábricas de pastas y las pizzerías.
Para tener una idea, actualmente la bolsa de 50 kilos de harina tripe cero, se consigue a un precio de $290, mientras que dos meses atrás se pagaba $175.
La cuestión preocupa al gobierno al punto tal que el Secretario de Comercio piensa reunir en los próximos días a los directivos de Federación Argentina de la Industria Molinera para firmar un acuerdo de precios, informa el sitio web lapoliticaonline. La idea sería establecer un precio fijo para la harina de manera tal que baje el valor del pan y evitar así tener que importar trigo antes de las elecciones de octubre. La posibilidad de abrir las importaciones del cereal pondría al descubierto otro fracaso en materia de precios internos.
Fracaso que viene de larga data, como que comenzó allá por 2006, cuando para frenar la suba del pan, al secretario de comercio no se le ocurrió mejor idea que intervenir el mercado de trigo y además “congelar” el precio del producto en $2,50. Siete años después, el kilo de pan cuesta siete veces más y la harina de trigo es más cara que en los países vecinos donde aumentó la producción del cultivo. En nuestro país, en cambio, en la campaña 2012/13 se cosecharon 9,8 millones de toneladas de trigo (la tercera peor producción de la historia).
Además, según lo refleja el informe del portal citado, entre 2007 y comienzos de 2011 la industria molinera recibió subsidios por $ 3.771 millones, mientras que en ese mismo período los productores de trigo cobraron compensaciones por $379 millones. Pero luego de la disolución de la Oncca, en febrero de 2011, se interrumpieron los pagos (que a la fecha acumulan deudas por liquidaciones pendientes superiores a $2000 millones, según estimaciones de industriales del sector molinero). Los efectos colaterales de la suspensión del pago de los subsidios oficiales a la molinería completaron el descalabro del sector que hoy sufre el consumidor a quien, teóricamente,  se quiso “proteger”.
De todo esto la conclusión es evidente: Intervenir los mercados es relativamente fácil. Pero no es gratis. Y las consecuencias, generalmente las paga el consumidor.
“Mientras que no se intervinieron los mercados, y no hubo retenciones, se produjeron entre 16 y 18 millones de toneladas por año. El consumo es de 6 millones por año. Es decir, producíamos el triple de lo que necesitábamos. El gobierno intervino el mercado y le quitó rentabilidad al productor. El año pasado tuvimos la peor cosecha de 111 años con 9 millones de toneladas”, señaló a radio lared el presidente de la Sociedad Rural.”Hoy en la Argentina el trigo vale cerca de u$s500 la tonelada, el doble que en Uruguay. Ya se habla de que hay gente que va a comprar allí para venderlo acá”, explicó el dirigente.

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La falta de mano de obra y la inflación ponen a la olivicultura en jaque

Domingo, 16 de junio de 2013

FUENTE: DIARIO UNO

Esos dos factores, más la presión impositiva son los grandes problemas que enfrenta la actividad. Según sus actores, no hay perspectivas de mejoras.

FOTO: WWW.IRTA.CAT
Por Darío De Lauro
vitivinicultura@diariouno.net.ar
La situación actual de la olivicultura mendocina es preocupante y por lo que manifiestan sus actores no parece tener perspectivas de mejoras.
Tanto productores primarios como industriales coinciden en afirmar que la falta de mano de obra, el constante aumento de los costos e insumos y la presión impositiva son parte de una serie de factores a los que se suman el bajo consumo interno, los problemas de exportación, las altas retenciones y las demoras en el reintegro del IVA.
Los planes sociales atentan contra la disponibilidad de mano de obra ya que los trabajadores temen perder el beneficio si son ocupados para la cosecha, lo que a su vez encarece la poca disponibilidad existente.
La actividad
En Mendoza la superficie implantada con olivo presenta un incremento del 50% entre 1992 y el 2010, cuando se realizó el Censo Frutícola de Mendoza. Gracias a este último estudio se determinó que en la provincia hay 20.642 hectáreas activas, siendo el olivo la especie frutal de mayor superficie, sin considerar la vid.
Sin embargo, esta contundencia estadística no se ve luego reflejada en los resultados.
El consumo anual de aceite de oliva en Argentina es de 200ml per cápita (menos de un cuarto de litro), mientras que en España, Italia y Grecia está entre los 14 y los 18 litros, Francia consume unos 4 litros y Brasil 200 o 300ml, aunque en este último caso va en crecimiento.
Nuestro país tiene muy buenas condiciones para la olivicultura, tanto para la aceituna de mesa como para el aceite de oliva, pero se encuentra con el problema de que en la Comunidad Económica Europea la actividad está subsidiada y en tanto aquí sufre una serie de gravámenes.
Crítica fuerte
Rodolfo Vargas Arizu describe el panorama olivícola de Mendoza al que califica de “grave” y, lo que es peor, no se ve en el futuro inmediato algún atisbo de mejoras: “Los precios internacionales están un poco arriba del año pasado pero es el mismo porcentaje de la inflación y el retraso cambiario es el mismo. El año pasado teníamos un dólar que crecía aproximadamente a 7% y la inflación a 25% y este año tenemos una inflación al 30 % y el tipo de cambio está subiendo al 18 %”.
En el mercado local la aceituna se paga igual que en el año 2004, con un crecimiento considerable en los valores de los insumos, y el Estado sigue aumentando las cargas impositivas mientras que no hay ajustes por inflación.
Inclusive los nuevos diferimientos se están abandonando, sumado a que en San Juan, La Rioja y Catamarca le han cortado el riego para destinarlo a otros cultivos, como ocurre aquí, que se reserva para la vitivinicultura.
Para Vargas Arizu, “el panorama es que tampoco se puede reconvertir porque para eso hay que contar con créditos y tener una política de reconversión del olivar. Acá el diferimiento impositivo y la promoción industrial de los últimos 15 años diezmaron la olivicultura. El Estado provincial hace lo posible para mejorar la situación pero no lo logra porque la devolución del IVA y la retención a las exportaciones son medidas de orden nacional. Todo esfuerzo es en vano si el Gobierno central no escucha a las provincias. Yo creo que la política nacional de los últimos años está errada. La política de retenciones fue buena en el 2003 y 2004, después empezaron a crecer cuando tendrían que haber disminuido. La gente del campo se está yendo a las ciudades, lo que hace que el escenario esté cada día más complicado. Pero fundamentalmente es un tema de precios”, añadió Vargas Arizu.
Mercado de exportación
Uno de los mayores trastornos es el tipo de cambio, que no coincide con la realidad de la exportación. Y tanto las aceitunas como el aceite de oliva son mercaderías de exportación.
Hay que tener en cuenta que de las 20 o 30 mil toneladas que hay en la Argentina, en el país sólo se consumen 5 mil, por lo que el resto tiene que ser exportado.
Si la exportación no se incentiva se llena de aceite de oliva el mercado local y ni siquiera lo venden los mendocinos; lo hacen San Juan, La Rioja y Catamarca, donde hay 5 o 6 empresas grandes que gozaban de promoción industrial y coparon el mercado interno.
Brasil es un mercado muy importante para los argentinos pero ellos compran a precios internacionales aceites de España, de Italia, Grecia, Marruecos y Túnez, porque también todo el norte de África produce aceite de oliva.
“Nosotros teníamos un 40 o 50% de las marcas que se comercializaban en Brasil y hoy desaparecieron. Nuestra empresa tenía 3 marcas y las tuvimos que retirar en el 2011 y 2012. Las licencias automáticas demoran 10, 15 o 20 días dependiendo de lo que (el secretario de Comercio, Guillermo) Moreno moleste a los brasileños. Si molesta mucho, las licencias son más largas, si lo hace poco, las licencias van saliendo. El comercio exterior en Argentina es una locura”, denunció el empresario.
El panorama es poco alentador: no se visualiza que en el corto plazo vayan a eliminar las retenciones o frenar la inflación. Levantar la cosecha se hace cada vez más complicado, primero porque se ha perdido el incentivo y no hay personal calificado, y segundo, porque la cosecha mecánica en Mendoza no funciona por el gran tamaño de las plantas.
Las que sí tienen cosecha mecánica son las nuevas fincas hechas por diferimiento impositivo, pero no es el caso de Mendoza.
“Hay un crédito del Fondo para la Transformación y el Crecimiento para compra de aceituna pero no es suficiente lo que se pueda hacer frente a esta política nacional como en el caso de las retenciones. El industrial y el productor están desfinanciados. No es que se achique la rentabilidad, se agranda la pérdida. Una finca de 100 hectáreas en Mendoza que dé 10.000 kilos por hectárea produce un millón de kilos. Para cosechar ese volumen hacen falta aproximadamente un millón y medio de pesos, mientras que la producción completa vale 2 millones. Además, hace falta otro millón de pesos para mantener esa propiedad. Es decir, que estando en el mejor nivel de cosecha se pierden 500 mil pesos. Cuando se pierde plata se abandona, se venden fincas, se funden, se cierran y se dedican a otra cosa”, concluyó Vargas Arizu.
Problemas de los fabricantes
Sergio Zingaretti, socio director de Yancanelo, empresa olivícola ubicada en el departamento de San Rafael, afirmó que el mayor problema para los fabricantes de aceite de oliva es cuando llega la hora de comprar la materia prima, porque en Mendoza no hay créditos blandos para la industria.
“Todo tiene que salir de recursos propios y no hay dinero porque se necesita para seguir con la cadena de compras y así poder sacar el producto a la venta. Esto hace que uno esté muy limitado cuando llega el momento de la cosecha y los fondos lamentablemente no están disponibles por una cuestión lógica de gastos en cuanto a los insumos, mano de obra, impuestos. Es muy grave la situación de la agroindustria”, señaló Zingaretti.
Otro de los inconvenientes es cuando se necesitan insumos del exterior, que muchas veces se detienen en la Aduana y cuesta liberarlos, lo que constituye un gran perjuicio al demorar la elaboración de un producto que depende de su fraccionamiento.
Zingaretti cuenta un ejemplo: “La tapita vertedora de nuestras latas viene de Italia ya que aquí no se fabrica con la calidad necesaria para evitar filtraciones. Hicimos el pedido hace dos meses, llegó a la Aduana y ahora hay mil trabas para retirarlas. Esto hace que el producto vaya perdiendo posicionamiento en el mercado. Otro de los insumos es la tapa ‘pilfer’ de la botella de vidrio que viene de Chile, aunque en este caso hay un poco menos de inconvenientes porque está dentro del Mercosur”.
Zingaretti agregó que “el productor y el industrial cada año se ven perjudicados desde el arranque por los altos costos, el precio del producto y los problemas climáticos, entre otras cosas. Hay un excesivo gasto y a muchos no les alcanza con la venta. La inflación va por delante del recupero y eso afecta a toda la agroindustria, desde el pequeño agricultor hasta el grande”.
Durante dos meses la elaboración es intensa y no hay dinero suficiente para comprar toda la producción. Al no tener créditos blandos lo que hacemos es elaborar la materia prima de terceros que antes adquiríamos y después le compramos el aceite. De esta manera evitamos la necesidad de contar con grandes masas de dinero y mantenemos activa la estructura. De lo contrario habría que cerrar las puertas. Le vamos comprando al productor a medida que avanza el año y el desembolso es paulatino. Con este sistema también tenemos la posibilidad de fraccionarle al productor con su propia marca, de esa manera el cliente se ve beneficiado porque esto le permite sacar al mercado marca propia y al igual que el industrial, encuentra la manera de sobrevivir a semejante crisis. A su vez nuestra empresa cobra por el servicio de elaboración y fraccionamiento”.
Zingaretti concluyó señalando que “es lamentable que no haya un crédito para la industria y tampoco podemos reconvertir, porque para eso también se necesita crédito. Además ¿cuál sería la producción a elegir si todas están en similar situación? Hoy en día y con estas políticas es difícil encontrar una actividad sustentable. También el productor debería contar con subsidios tal como pasa con los planes sociales porque son ellos los que trabajan la tierra y necesitan apoyo para poder sobrevivir. A la gente en general le va mal, cuando dicen que le va bien es una mentira”.