11/02/13 - 09:33hs Crece el consumo, pero no así la oferta local. El gas en los últimos tiempos se ha convertido en un recurso esencial, pero la falta de inversión en el sector ha arrastrado a la caída en la producción, con lo que se importa en mayores volúmenes y a un precio cada vez más alto. El año pasado Argentina importó gas por un total de 4697,8 millones de dólares.
La suba en la importación de gas aumentó de un año a otro (en relación a 2011 y 2012) un 60 por ciento más de divisas en dólares, tuvo que desembolsar el gobierno por tan preciado recurso. Representa en la balanza nacional un 7 por ciento en las compras que el país realizó al exterior el año pasado.
El incremento en la compra de gas al exterior en la relación comercial entre 2011 y 2012 equivale a un 15 por ciento, en un recurso que cada año cuesta un poco más.
Importación de gas: dos vías
Argentina importa gas a partir de dos vías y mediante el comercio con dos países vecinos: Bolivia y Brasil.
En el caso del primero, el gas es trasportado a nuestro país a través del gasoducto que llega desde el país andino; en el caso del segundo, lo hace en forma de Gas Natural Licuado (LNG, según sus siglas en inglés) y se transporta a través de barcos que llegan a los puertos de Bahía Blanca y Escobar. En ambos casos, la operación está bajo el control de YPF y Enarsa.
En 2012, las compras a ese país crecieron un 65 por ciento en volumen. Aunque la Argentina paga unos 11 dólares por millón de BTU (la unidad de medida), es decir, cuatro veces más que el valor que recibe por la misma cantidad una petrolera local, está por debajo de los alrededor de 17 dólares que el Gobierno gasta para comprar el gas licuado en el exterior.
Ese último ítem es, por mucho, el que más le duele a la balanza energética: en comparación con los números de 2011, las importaciones crecieron el año pasado un 17 por ciento, pero implicaron un desembolso 46% mayor.
Gas: un déficit histórico, una cuenta pendiente
El elevado gasto que significó al Estado nacional la importación de gas es producto de una política de la desinversión y el mal uso de los recursos naturales y el subsuelo de nuestro país.
YPF es muestra de este manejo terrible del subsuelo argentino. La empresa del Estado que daba ganancias y que aplicaba tecnologías en la producción y el tratamiento local de recursos petrolíferos, en el menemismo entregada a España y “recuperada” durante el kirchnerismo, pero ya con los pozos vacíos, sin explotación off shore.
Hoy, en la refinería, la planta de tratamiento que se encuentra en la vecina ciudad de Ensenada, el gas sobrante, que no se usa ni se vende, se quema en una antorcha que se eleva en el cielo de la provincia, como muestra fiel de la continuidad de la nefasta política energética del país.
Otro es el cantar de nuestro vecino Brasil, cuya industria petrolífera ha crecido enormemente en los últimos tiempos producto de una política estratégica y a largo plazo en el desarrollo de la explotación de la plataforma submarina continental, al interior del mar. En la actualidad es una fuerte potencia a nivel latinoamericano y avanza en el desarrollo de nuevas tecnologías y en la explotación de combustibles no convencionales como la alcohonasfta. Por nuestra parte, nosotros seguimos comprando gas a Bolivia.