Mientras la tasa de inflación esperada para este año en
Argentina asciende a valores en torno de los 30 puntos, el crecimiento
de nuestra economía se estaría situando en valores cercanos a 0%.
Esta situación presenta un panorama donde la demanda no crece y los
precios sí lo hacen, al tiempo que la oferta de bienes y servicios
parece no aumentar.
En este contexto, los consumidores argentinos somos objeto de
diversas estrategias para captar nuestra atención, que nos prometen
precios inmejorables.
La información que contienen los precios actualmente resulta
parcialmente incompleta y es un dato de la realidad que, dados los
permanentes movimientos de precios, comparar se vuelve una tarea
realmente difícil.
¿Cuánto vale una remera de algodón? ¿Cuál es el precio de una
notebook estándar? ¿Cuánto sale un kilo de tomate? ¿Cuál es el precio de
la nafta súper?
Seguramente, el lector podría responder algunas de estas preguntas,
difícilmente pueda contestar todas ellas, peor aún, si camina un poco,
verá que el mismo producto presenta importantes variaciones de precio
según la zona geográfica en que se encuentre exhibido.
Cuando el contexto es inflacionario, caminar se torna una conducta
recomendable, ya que la comparación se hace más provechosa, porque los
precios varían constantemente.
En este sentido, definir pautas de consumo inteligente resulta
altamente beneficioso a la hora de hacer rendir más nuestro dinero.
En economía se suele decir que “nada es gratis”, por esto es
importante recordar que, a la hora de comprar, solemos encontrar
precios determinados por la zona geográfica en que se encuentre situada
la boca de expendio. Siempre es bueno aprovechar tantas cuotas sin
interés como nos ofrezcan para adquirir los productos, no hay que
tenerles miedo a las cuotas sino a la falta de planificación. Pensemos
que si compramos y consumimos algo hoy y lo pagamos en varias cuotas, al
momento de terminar de pagarlo, es muy probable que ese producto haya
subido de precio.
Ser un consumidor inteligente significa hacer uso de todos los
recursos disponibles para maximizar el rendimiento de nuestro dinero
disponible para gastar. Para ello es bueno establecer algunas acciones
que nos ayuden a tener éxito en esta empresa.
Los pasos del consumidor inteligente a tener en cuenta son:
planificar, informarse, elegir, actuar, comprometerse y participar,
evaluar, concluir y repensar.
PLANIFICAR. Hacer un presupuesto de lo que vamos a
gastar para cubrir nuestras necesidades. Un consumidor inteligente
gasta y ahorra para lograr satisfacer sus necesidades, no evita gastos
superfluos, simplemente los identifica para valorar mejor esa decisión.
INFORMARSE. Respecto de los productos y de las
ofertas, quienes tienen tarjetas pueden suscribirse para recibir mails
sobre las promos. También los bancos ofrecen sms (con costo) y los
diarios publican las ofertas del día. Algunas páginas de internet
ofrecen sistemas para comparar precios más competitivos. Esto le permite
comprar productos servicios y precios diferenciales respecto del resto
de los consumidores.
ELEGIR. Si bien todos estamos influenciados por las
publicidades sobre productos y servicios, el consumidor conoce cada vez
más sobre lo que compra, con lo cual a la hora de elegir considera:
precio, calidad del producto, sus componentes, la empresa que lo hace,
la garantía, rapidez en la entrega, experiencias de otros consumidores y
relación precio/producto.
ACTUAR Y COMPROMETERSE. Al consumidor inteligente le
preocupan el medioambiente y el bienestar (cuidar el presupuesto y
nuestro entorno) por lo que realiza las siguientes acciones: compartir
el viaje en auto al trabajo, usar transporte público o alternativo como
la bicicleta, consumir productos de origen comprobable con fabricantes
comprometidos con el medioambiente, no consumir productos cuyos
fabricantes estén vinculados a trabajo esclavo o que tengan
comportamientos contrarios a los intereses de la comunidad, conocer sus
derechos y obligaciones y hacerlos valer, acudir a Defensa del
Consumidor y llamar a los entes reguladores de servicio públicos cuando
es necesario.
EVALUAR. Además, el consumidor inteligente evalúa y
realiza los siguientes ejercicios: compara los gastos que planificó
contra los que realmente realizó, calcula la diferencia, mide el desvío
y se hace cargo.
CONCLUIR Y REPENSAR. El consumidor inteligente
analiza en qué se cumplió su presupuesto y en qué casos no se cumplió.
Verifica los casos en que no se cumplió y replantea el presupuesto. O
no.
Entiende que el presupuesto representa un promedio.
Toma acción directa allí donde claramente hay gastos insostenibles
con su nivel de ingresos e involucra en el análisis al grupo familiar.
REFLEXIONAR. Consumir de manera inteligente implica
comprometer a toda la familia en ello. Para esto es esencial que todos
aporten su punto de vista y sus problemas particulares.
Escucharnos dentro de la familia aporta una dosis de racionalidad al
momento de pensar la forma en que consumimos y puede redundar en
beneficios para todos.
Todos tenemos algo para decir siempre, aunque la decisión final la tomen una o dos personas.
El mejor presupuesto no es el de los que gastan menos, sino el que
permite que, con los recursos existentes, todos estén lo más conformes
posible.
Al final de cuentas, consumir de forma inteligente, no suele ser tarea sencilla, y en tiempos de inflación mucho menos.
Sin dudas, caminar, estar atentos, planificar y ser ordenados son los secretos de aquellos que mejor lo hacen.